sábado, 19 de junio de 2010

El Credo de San Atansio, como la correcta expresión de nuestra fe católica; de acuerdo a la Iglesia primitiva


San Atanasio (* 295- + 373)
Obispo de Alejandría (Egipto)
Siendo diácono participó en el Concilio de Nicea, 325 d.C. Combatió la herejía de Arrio, presbítero de Alejandría, quien negaba la divinidad de Jesucristo y lo colocaba como hijo de Dios, es decir como cualquier otro ser mortal (algo así como lo que enseñan hoy los testigos de Jehová). Esta herejía fue condenada de manera unánime por el Concilio de Nicea. San Atanasio, fue uno de los campeones de la fe de este Concilio.
Debido a la ortodoxia de su fe, sufrió persecuciones y destierros, sin embargo se mantiene fiel; San Gregorio Nacianzeno, lo consideraba "Columna de la Iglesia" debido a su testimonio.
El Papa San Pio V, lo nombra Doctor de la Iglesia.
Nuestra Iglesia honra a san Atanasio recibiendo con fe su Credo; como la correcta expresión de nuestra fe católica, de acuerdo a la Iglesia primitiva e indivisa.
CREDO DE SAN ATANASIO
(Quicunque Vult)
*Todo el que quiera
Todo el que quiera salvarse, debe ante todo mantener la Fe Católica.
El que no guardare esta Fe íntegra y pura, sin duda perecerá eternamente.
Y la Fe Católica es ésta: que adoramos un solo Dios en Trinidad, y Trinidad en Unidad,
sin confundir las Personas, ni dividir la Substancia;
Porque es una la Persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo;
Mas la Divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es toda una, igual la Gloria,
coeterna la Majestad.
Así como es el Padre, así el Hijo, así el Espíritu Santo.
Increado es el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.
Incomprensible es el Padre, incomprensible el Hijo, incomprensible el Espíritu Santo.
Eterno es el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno;
Como también no son tres incomprensibles, ni tres increados, sino un
solo increado y un solo incomprensible.
Así mismo, omnipotente es el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente.
Así mismo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios.
Y, sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios.
Así también, Señor es el Padre, Señor el Hijo, Señor el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor;
Porque así como la verdad cristiana nos obliga a reconocer que cada una de las Personas
de por sí es Dios y Señor,
Así la Religión Católica nos prohibe decir que hay tres Dioses o tres Señores.
El Padre por nadie es hecho, ni creado, ni engendrado.
El Hijo es solo del Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado.
El Espíritu Santo es solo del Padre, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino
procedente.
Hay, pues, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres
Espíritus Santos.
Y en esta Trinidad nadie es primero ni postrero, nadie mayor ni menor;
Sino que todas las Tres Personas son coeternas juntamente y coiguales.
De manera que en todo, como queda dicho, se ha de adorar la Unidad en Trinidad, y la
Trinidad en Unidad.
Por tanto, el que quiera salvarse debe pensar así de la Trinidad.
Además, es necesario para la salvación eterna que también crea correctamente en la
Encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
Porque la Fe verdadera, que creemos y confesamos, es que nuestro Señor Jesucristo, Hijo
de Dios, es Dios y Hombre;
Dios, de la Substancia del Padre, engendrado antes de todos los siglos; y Hombre, de la
Substancia de su Madre, nacido en el mundo;
Perfecto Dios y perfecto Hombre, subsistente de alma racional y de carne humana;
Igual al Padre, según su Divinidad; inferior al Padre, según su Humanidad.
Quien, aunque sea Dios y Hombre, sin embargo, no es dos, sino un solo Cristo;
Uno, no por conversión de la Divinidad en carne, sino por la asunción de la Humanidad
en Dios;
Uno totalmente, no por confusión de substancia, sino por unidad de Persona.
Pues como el alma racional y la carne es un solo hombre, así Dios y Hombre es un solo
Cristo;
El que padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos, resucitó al tercer día de
entre los muertos.
Subió a los cielos, está sentado a la diestra del Padre, Dios todopoderoso, de donde ha de
venir a juzgar a vivos y muertos.
A cuya venida todos los hombres resucitarán con sus cuerpos y darán cuenta de sus
propias obras.
Y los que hubieren obrado bien irán a la vida eterna; y los que hubieren obrado mal, al
fuego eterno.
Ésta es la Fe Católica, y quien no la crea fielmente no puede salvarse.