viernes, 18 de junio de 2010

El Credo Niceno, expresión suficiente de nuestra fe cristiana


Cuando celebramos la Santa Eucaristía, después de la homilía, los Domingos y Fiestas Mayores, hacemos nuestra Profesión de fe con las palabras del Credo Niceno-constantinopolitano, el cual "debe su gran autoridad al hecho de que es fruto de los dos primeros Concilios Ecuménicos; el de Nicea, celebrado el año 325 d.C.; y el primero de Constantiopla (hoy Turquía), en el año 381 d.C. Sigue siendo todavía hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de Oriente y de Occidente" CIC 195. Este Credo llamado comunmente Niceno, fue elaborado con las declaraciones dogmáticas surgidas de estos dos Concilios; y cristianos católicos de todas las generaciones lo han usado en el Culto divino, hasta nuestros días.
Así que la declaración de nuestra fe cristiana es:
Creemos en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador de cielo y tierra,
de todo lo visible e invisible.
Creemos en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza que el Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros
y por nuestra salvación
bajó del cielo:
por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre.
Por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato:
padeció y fue sepultado.
Resucitó al terecer día, según las Escrituras,
subió al cielo
y está sentado a la dercha del Padre.
De nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creemos en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre*,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creemos en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Reconocemos un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.

*Se omite el filioque debido a que en la redacción original del Credo no aparecía. Esto fue agregado siglos después por la Iglesia Romana, a fines del siglo IX. De hecho en la Iglesia Romana hay dos maneras totalmente válidas para rezar el Credo: una con el filioque para las iglesias de rito latino y otra sin el filioque para las Iglesias Católicas de rito oriental.