sábado, 12 de junio de 2010

El Inmaculado Corazón de María

Las iglesias católicas alrededor del mundo, celebramos la Fiesta del Inmaculado Corazón de María. No podemos reconocer a Dios por Padre, sino aceptamos y reconocemos a María como nuestra Madre, y celebremos sus fiestas, y reconozcamos los dogmas de fe acerca de ella a saber:

Madre de Dios.
Inmaculada desde el primer instante de su ser.
Siempre Virgen; antes, durante y después del Parto.
Asunta al cielo en cuerpo y alma.
Abogada e intercesora ante Jesucristo.
Madre de la Iglesia.

Porque todos estos dogmas, se pueden comprobar facilmente con las Sagradas Escrituras y la Tradición.
Con esto demostramos que la Iglesia Católica Apostólica Anglicana Independiente en México, "no tiene una doctrina propia, sólo tiene la doctrina católica, de la Santa Iglesia Católica de Cristo, tal y cómo se encuentra en los Credos Católicos (Niceno, Apostólico y Atanasiano), y a esta Roca nos aferramos; sin adiciones ni disminuciones sobre esta BASE nos sostenemos" (Geoffrey Fisher, 99 Arzobispo de Canterbury).

Oremos al Corazón Inmaculado de María:

Corazón de María, el más amable y compasivo después del de Jesús; Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables pecadores, yo, reconociendome sumamente necesitado, acudo a ti en quien el Señor ha puesto todo el tesoro de sus bondades, con plenísima seguridad de ser por ti socorrido. Tú eres mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto te digo y te diré en todos mis apuros y peligros: Dulce Corazón de María; sé la salvación mía.

Cuando la enfermedad me afliga, o me oprima la tristeza, o la espina de la tribulación llague mi alma: Dulce Corazón de María, sé la salvación mía.

Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, unidos para mi entera perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro de la Divina Gracia: Dulce Corazón de María, sé la salvación mía.

En la hora de mi muerte, en aquél momento espantoso de que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos: Dulce Corazón de María, sé la salvación mía.

Y cuando mi alma pecadora se presente ante el Tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda la vida, ven tú a defenderla y ampárala, y entonces y ahora y siempre: Dulce Corazón de María, sé la salvación mía.

Estas gracias espero alcanzar de ti, Corazón Inmaculado de María, a fin de que pueda verte y gozar de Dios en tu compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.